Con la panza llena y el corazón contento la sobremesa se hace alrededor de la chimenea.
Chimenea antigua, grande, hermosa y vivída, de esas en las que se podrían instalar debajo cuatro personas adultas sin tocarse..
El fuego constante, ni mucho ni poco. Suficiente para estar cerquita sin quemarte.
Con los pies reposando en la mesa del café uno llega a olvidarse de lo que pasa afuera. Mientras, el olor a humo va impregnado la ropa y el pelo y la piel.
Los niños revolotean con sus juguetes nuevos, los mayores acurrucados en el sofá. Algunos prefieren retirase a hacer la siesta. Cuando vuelven a la chimenea allí nos encuentran, ahumándonos.
Juegos de magia, "ojo, no te acerques al fuego!", "te acuerdas?", cosquillas, caricias, burlas inocentes, "qué pesado!"...
"Gracias estaba todo riquísimo, nos vemos en Reyes..."
Huelo a humo de leña de pino quemada, no me quiero duchar. Mañana será otro día.
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