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15 de mayo de 2011

ASÍ CONOCÍ A LUCÍA -2. UN ANILLO DE DOS PERLAS

"Tengo pocos recuerdos de mi infancia pero supongo que las vivencias, las recordemos o no, de alguna manera marcan algunos rasgos de nuestra personalidad....
Una vez, comiendo en un restaurante, mi madre se percató de que en una de las mesas vecinas una mujer llevaba puesto un anillo igual que el suyo, le gustó tan poco esa casualidad que no se lo pensó ni un instante e inmediatamente se lo sacó y lo guardó en el bolso. Creo recordar que era un anillo bastante peculiar, con dos perlas enfrentadas montadas en un aro de plata, una era blanca la otra gris... Cara y cruz, luz y sombra, ying y yang...
Siempre me acuerdo de esta anécdota porque pienso que el anillo en sí no tenía mayor importancia. Lo que realmente molestaba a mi madre era perder su particularidad.
Puedo entender ese sentimiento. A pesar de que uno en sí mismo no sea solo uno, la idea de que te confundan con otro, de que proyecten en ti cosas que no te pertenecen aunque se puedan parecer, puede hacer surgir un sentimiento de cierta rabia e impotencia que haga que te comportes de manera que en otras circunstancias nunca harías".

A veces pretendemos ser tan fieles a nosotros mismos que nos olvidamos de quienes somos; creemos que escogemos ser de una determinada manera y nos cuesta aceptar que también somos lo que los demás ven y que eso, muchas veces, no es lo que nosotros queremos reflejar.
Lucía reflejaba ternura, parecía que lo tuviese todo por aprender pero a la vez, que ya lo supiese.

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